Platón señaló -y ejemplificó con el mito de la Caverna- que la mímesis (apariencia sensorial de las imágenes exteriores de las cosas) constituye el mundo opuesto al de las ideas, por lo que esta imitación de la realidad, solo es una copia de la copia del mundo de las ideas. Entonces renuncia a la imitación (mimesis) del mundo para adoptar el relato (lexis, todas las palabras del idioma) en tanto que es la narración de la historia (diegesis, del griego “διήγησις”, “exposición”, “relato”, “explicación”, el desarrollo narrativo de los hechos de una obra literaria sin la presentación de los personajes) el modelo de imitación de un acontecimiento a través de palabras.
Aristóteles en la Poética, consideró por el contrario que la mímesis y su función imitativa son los modos esenciales del arte para representar a la acción humana. El poeta es el reconstructor de la fábula a través de la imitación efectuada por los personajes en acción. Todas las artes son imitación, consideró y la base del aprendizaje es la mímesis o imitación, que es connatural al hombre -incluso llega a decir en estas palabras que el hombre es un animal mimético-, por tanto, toda imitación produce un aprendizaje. Aprender agrada a los hombres, es decir, hay un componente importantísimo y es el placer. “Ver” lo imitado, aquello que es producto de la mimesis produce placer, y por esto a los hombres les agradan las artes.
Aristóteles denominó mimesis (imitación) a la voluntad de querer hacer una imagen visual o teatral equivalente al original y la consideró como el fin esencial del arte. La mimesis se distancia sutilmente del criterio de “representación” -particularmente en la naturaleza de su mecánica- donde aquella se resiste a la comparación con el referente y a convertirse en algo equivalente al original a pesar de sus rasgos representativos a los que está obligado por definición. Se habla de mímesis cuando existe un parecido o semejanza más exacta con su original, lo que en las prácticas visuales resulta ineludible.
En Estética, la cuestión del arte, Elena Oliveras señala que el concepto platónico de mimesis incluye la condición de producir una obra con “las cualidades de irrealidad y de ilusión que Platón le asocia” sabiendo que el concepto supone “la producción de algo irreal” que “debe dar ilusión de realidad”.
La Sibila Cumana, fresco de Miguel Ángel (1508-1512) en la Capilla Sixtina.
Siempre se refiere con las palabras de Vasari, la “Gran Manera” del maestro del Renacimiento con sus increíbles representaciones de cuerpos que se tornan creíbles por la convicción de las formas mas que por su fidelidad realista.
Cabeza de toro, objeto ensamblado (1942) de Pablo Picasso.
El maestro malagueño en un rápido gesto une un viejo manubrio de bicicleta a la estructura metálica de un asiento creando una unidad significante. El espectador, al que este objeto le lo considera como una nueva representación- queda para sí con la pregunta de cuales son los aspectos miméticos de la forma de esos fragmentos que pareciera que cualquiera puede rehacer pero que solo Picasso imagino para nosotros
Una y tres sillas (1965), instalación compuesta de una silla, su foto y la definición en un diccionario de uso común, es una obra de Joseph Kosuth.
Esta obra simplemente está compuesta por tres lenguajes para convocar a la silla (la foto, le propio objeto y su definición de diccionario) Distanciándose de la histórica preocupación por la buena forma, juega con la complejidad de los lenguajes considerando que la esencia del arte es discursiva y vive en el terreno filosófico y lingüístico. Kosuth considera que “el arte es, de hecho, la definición del arte”.
Queda ocuparnos de cómo llegamos a identificar cognitivamente la imagen, lo que haremos más adelante en EL DESCUBRIMIENTO DEL MAPA
Aristóteles (384-322 a. C.)
Dijo que el hombre es un animal mimético y en su obra “Sobre la poética” consideró que la mímesis y su función imitativa son los modos esenciales del arte para representar a la acción humana.