El trabajo de investigación considera la necesidad del estudio previo sobre lo que se estudiará. La investigación es un conjunto de métodos que sirven para entender y profundizar un asunto determinado con el objetivo de generar nuevos conocimientos a partir de él. El Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, al referirse a “investigar”, en la tercera acepción dice textualmente:
Realizar actividades intelectuales y experimentales de modo sistemático con el propósito de aumentar los conocimientos sobre una determinada materia.
La investigación es una herramienta que se origina en el campo científico y permite probar o descartar la hipótesis con parámetros fiables y objetivos claros, para que puedan ser comprobadas y replicadas. En ciencia los estudios se desarrollan desde lo conocido hacia lo desconocido, expandiendo el campo del conocimiento. Existen en las ciencias varios tipos de investigaciones: las hay teóricas y aplicadas (tecnológica o científica), de carácter exploratorio o descriptivo (cualitativo o cuantitativo). Una afirmación central reclama que los resultados pueden ser reproducidos o verificados por otro estudioso, por lo que la metodología debe estar claramente descripta.
Trasladada al terreno del arte, es mucho y muy sutil lo que se debe considerar para hacer de la investigación una herramienta efectiva. Quien quiere investigar en arte lo hará profundizando en lo que ya conoce, domina y de lo cual tiene experiencia.
En su obra El pensamiento salvaje (1964), el antropólogo Claude Levy-Strauss (1908-2009) escribió acerca de la creación simbólica, que
“el arte se inserta a medio camino entre el conocimiento científico y el pensamiento mítico o mágico” y agregó que “el artista se parece a un sabio y a un artesano simultáneamente: con medios artesanales confecciona un objeto material que al mismo tiempo es objeto de conocimiento”.
Uno de los fundadores de la teoría política, el inglés Thomas Hobbes (1588-1679), había asegurado que
“no existe ninguna concepción en el intelecto que no haya sido recibida, totalmente o en parte, por los órganos de los sentidos”.
Los sentidos son vías de incorporación de información. Se los considera como el estímulo sensorial que afecta el comportamiento de los individuos, una vez percibida y procesada la información. La sensación y la percepción constituyen, en el ser humano, el mismo proceso del conocimiento sensible, y ninguna de ellas es meramente activa o pasiva, sino que ambas son receptoras y efectoras (Umbral de la percepción).
Así como existe el nivel del conocimiento que tenemos de las cosas, lo precede otro —que hace 40.000 años que genera producción— insuficientemente estudiado, que está reducido del campo de la especulación filosófica al campo de la psicología y la neurología. Se lo llama intuición y no sigue un camino semejante a lo racional para su construcción y su formulación, por lo que no es sencillo de verbalizar y justificar. Hoy no se puede explicar cómo o porqué se llega a una determinada conclusión. La intuición se la vincula con las reacciones emotivas, las percepciones no codificadas, los pensamientos abstractos, las creencias y las ideologías. Con esa herramienta nacieron los primeros objetos, pinturas, mitos y formas de organización cultural para explicar el mundo. Vulgarmente, cuando se evalúan procedimientos, se considera la intuición como dominante en el estudio del arte en contraposición con el de la ciencia, sin considerar cómo se deciden —en la ciencia— los pasos a seguir.
Jorge Luis Borges (1899-1986) escribió, en El poeta y la escritura,
“Yo no creo que tengamos otro instrumento (que la memoria). La imaginación es una especie de arte combinatoria de la memoria. Un ejemplo muy burdo: el unicornio requiere el caballo y el cuerno; el minotauro, el toro y el hombre; la sirena, la mujer y el pez. Creo que lo que se llama imaginación es eso, está hecho jugando con los elementos de la memoria, usando la memoria personal o la de la especie, la memoria del subconsciente, los arquetipos, tal vez, según Jung, creo”.
Y en Elogio de la sombra (1969) consideró que
“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.
La investigación en la ciencia y en las artes guarda aspectos similares y diferenciados. La primera coincidencia consiste en partir de un concepto que contiene el asunto o problema a investigar. El investigador debe identificar el vacío o problema en el campo que va a estudiar, por lo que debe saber de él, conocerlo y estar al día con la bibliografía de la época para comprobar esa ausencia. De este modo podrá justificar la investigación para completar el conocimiento, medir los beneficios y definir los resultados. Esto marcará también la originalidad de la búsqueda que se compendiará en el nuevo conocimiento y su divulgación. En segundo lugar, las investigaciones en ciencia y arte concuerdan en el planteamiento de objetivos y sus metodologías específicas de abordaje.
En Argentina no está suficientemente considerada la publicación de la investigación artística en el campo del arte. De los referentes académicos que se ocupan del tema en Iberoamérica, son pocos los que tienen reconocimiento internacional, lo que limita la difusión de esos conocimientos para ser discutidos y evaluados. Múltiples problemas de divulgación y fundamentalmente de políticas culturales como el predominio de las editoriales europeas y estadounidenses y sus consecuencias para la construcción y el desarrollo del conocimiento de nuestro arte, condicionan este estado. Artistas que para los locales de las naciones periféricas tienen mayor o igual importancia que los de los países centrales no aparecen en las descripciones de los compendios, y hasta sucede que un creador nacido en Argentina aparezca como francés (Le Parc, Seguí) o italiano (Fontana) en las muestras internacionales. Teóricos de los países centrales siempre han considerado los ordenamientos de las vanguardias propias como lo que debe ser válido en las naciones diferentes. El desarrollo editorial poderoso de esos mismos países es el medio de divulgación que los respalda, por ese motivo reúnen por sí el rol de divulgación y de validación y en el campo de las investigaciones son los discursos teóricos —ligados al mercado de arte— los que dominan sobre los objetos de arte.
Los institutos y facultades de artes de América latina publican revistas impresas y digitales que, para lograr su reconocimiento internacional, requieren de investigaciones con parámetros de calidad importantes. Esta situación es común a los estudios sobre el arte y la ciencia, donde los evaluadores de los países desarrollados discriminan los puntos de vista surgidos de las periferias de las metrópolis del conocimiento.
La diferencia entre los estudios científicos y artísticos radica en los objetivos, ya que en la creación artística los artistas-investigadores forman parte del proceso, lo que significa que su experiencia, subjetividad y la interpretación de su entorno son inseparables de su creación. Consecuentemente, en los modos de evaluar y calificar, en la producción artística prima la intuición y una cierta forma de subjetividad, a diferencia del campo de las ciencias, donde todo es evaluado en sus dimensiones y fuerzas. Mientras en la ciencia se pretende erradicar lo subjetivo (sin considerar las consecuencias que devienen de las opciones intuitivas), la producción artística es concebida, evaluada y ejecutada —según se considera— desde la subjetividad, tendiendo a ignorarse las lógicas semióticas de cada lenguaje y sus materialidades. Además, se ignora que la evaluación inmediata de la calidad, que según se dice devendría de los críticos de arte y los galeristas, en rigor es consecuencia de la tasación del mercado.
Los sistemas de evaluación de la calidad de las realizaciones han sido constantes en la historia de la humanidad, pero en el período de la segunda posguerra o guerra fría, dominaron las corrientes de pensamiento promovidas por USA, el país que en Occidente apareció como triunfante, al punto que la CIA invirtió en proyectos para consolidar el poder político, militar, cultural, ideológico y financiero del sistema capitalista. El objetivo era mostrar un capitalismo triunfante contra el sistema comunista. El arte, la cultura, el mundo intelectual y el estilo de vida completarían la idea integral de que EEUU era la potencia cultural, no solo política, heredera de la desmantelada Europa. Esa política fue tan secreta y penetrante, que muchos intelectuales de izquierda descubrieron en 1999 al leer La CIA y la guerra fría cultural escrito por Frances Stonor Saunders, que ellos habían sido sostenidos durante décadas por fundaciones que trabajaban para la central de inteligencia de EEUU. Desde esos tiempos la gestión de calidad marcó cinco parámetros que concordaron con las búsquedas de la ciencia: la posibilidad de serializar la producción, el control estadístico, el desglose de los procesos en etapas, el cumplimiento de estrategias y la búsqueda de la calidad total. Así se llevó a cabo la traslación de todos esos parámetros a la educación y la investigación. En consecuencia, para obtener buenas evaluaciones (los funcionarios ante los organismos internacionales y los docentes ante las autoridades institucionales) trataron —en educación y arte, desde 1980— de cumplir con esas pautas metodológicamente, lo que se evidencia cuando evaluadores formados en ciencia deben decidir qué se elige y cómo se distribuyen los subsidios económicos entre los proyectos de arte.
En definitiva, en el sistema capitalista todo es cuestión de la valoración y la distribución del capital.